No confundir la gimnasia con la magnesia


Desconozco el nombre de quien creó este meme, lo comparto desde el muro de facebook de  Fondo Semillas .Desconozco el nombre de quien creó este meme, lo comparto desde el muro de facebook de  Fondo Semillas .

Desconozco el nombre de quien creó este meme, lo comparto desde el muro de facebook de Fondo Semillas.

O, como decía una profesora: ¡¿Qué tiene qué ver el culo con las pestañas?! Y es que estoy hasta los mismísimos ovarios de que se compare machismo y feminismo como si hubiese entre ellos la más mínima cosa en común. Ahorita mismo podría echar humo por la nariz y las orejas porque ¡estoy harta de un discurso tan barato e ignorante!

Y es que esta estúpida e irritante comparación no la hacen solamente los machirulos de toda la vida, negándose a toda costa a perder sus privilegios de falo-poseedores, también están lxs generaciones jóvenes estilo fans de Ricardo Arjona, alborotador de hormonas y, según parece creer él, de ideas. Y está también otro engañoso sector: lxs hacedores de «paz», la paz que se obtiene desde el privilegio (que es el perjuicio de otrxs seres humanxs, por cierto) y de la cual escribiré en otro momento. Y seguro habrá más grupos que ahora mismo se me escapan, tal vez porque no me los topo con tanta frecuencia como los anteriores.

¡Que no, que machismo y feminismo no tienen punto de comparación y deberían enterarse de una vez y dejar de tocar las narices!

Para que dejen de hacer el ridículo al tener en el mismo campo semántico al machismo y feminismo, les haré un par de puntualizaciones:

1. El machismo mata ¡7 mujeres cada día! tan solo en México; hasta donde se sabe, el feminismo, ninguna.

2. El machismo ha mutilado ¡125 millones de mujeres y niñas! vivas en el año 2014, en los 29 países de África y Oriente Medio donde se concentra esta práctica. El feminismo, a ninguna.

3. Tan solo en México, el machismo viola 1 mujer ¡cada 4 minutos! El feminismo, ninguna.

4. El machismo ha creado una brecha del 17,3% entre la remuneración, por el mismo trabajo, a varones y a mujeres en los Países Bajos. El feminismo, ninguna.

Como estos ejemplo, hay miles más, muchos más de los que me gustaría que existieran.

Así que, la próxima vez que dé por opinar, especialmente si eres mujer, aunque sea en tonito pacífico y «buena onda» que la igualdad, la paz y el amor, bla, bla, bla, contén la tontería unos minutos y piensa un poquito que antes de ti existieron un sinnúmero de mujeres que no se quedaron en «paz» y te dieron estatus de persona aunque nacieras sin falo. Ten respeto por las que no se quedaron en paz y te consiguieron voz y voto en la elección de tus representantes políticxs. Ten respeto por las que no se quedaron en paz y consiguieron que te vistas como te dé la real gana, trabajes en lo que tú decidas, tengas hijxs cuando te pegue la gana, salgas de tu casa aunque no te acompañe un varón de tu familia, etc. y no termines siendo juzgada en un tribunal, por ello.

Antes de volver a poner feminismo y machismo en el mismo campo semántico una vez más en tu vida, cierra el pico y agradece. Sí, respeta y agradece a esas feministas a las que te cuesta tanto reconocer y gracias a las cuales hoy, mujer, no te pueden intercambiar por unas piezas de ganado.

Ana Matricia

La Calendaria: Visibilizando lo oculto

Un aporte fabuloso de la Calendaria a mi día a día, ha sido la oportunidad de mantener diálogos como este con mi hija de 4 años. La conversación surgió a partir de la ilustración del mes de septiembre, obra de Augusto Metztli y es solamente un ejemplo de tantas otras que ha propiciado:


Septiembre en La Calendaria 2015Septiembre en La Calendaria 2015

Septiembre en La Calendaria 2015

Ella: ¿Por qué has puesto a esa mujer menstruando en una taza?

Yo: Está menstruando en una regadera y esa regadera está regando una planta.

Ella: ¿Por qué está regando la planta?

Yo: Porque la sangre de menstruación es puuura vitamina para la planta. ¡Pura vitamina!

Ella (disgustada): ¿Por qué yo no tengo sangre de menstruación!? ¡No es justo!

Esa es una de las finalidades que consigue la Calendaria: Visibilizar a las mujeres, a nuestros cuerpos, a nuestros procesos y nuestra íntima relación con la Madre Naturaleza. 

Esta peque de 4 años ya sabe que la menstruación existe y se nombra con la misma naturalidad que beber agua o hacer castillos de arena. Ella espera su sangre de vida, como también la llamamos,  y sabe que es algo que también se disfruta, se convierte en arte y ocupa un lugar en nuestras vidas y nuestro espacio de diversas maneras. 

En la pared de la Calendaria, en el salón de casa, cuerpos de mujer, mestruaciones y vulvas-flor nos recuerdan cada día que somos las dueñas de nuestros cuerpos, que somos prefectas tal cual somos, que somos cíclicas, únicas y que, encontrando-nos, podemos mantener viva y fuerte nuestra conexión con la Pachamama y la magia infinita de la naturaleza.

Para apoyarnos en la tarea de visibilizar y re-asumir la magia y el poder que hay en nuestros cuerpos y procesos naturales, la Calendaria es una valiosa herramienta, asegúrate de conseguir la tuya en este enlace y ayúdanos a mejorar el mundo, un pequeño acto a la vez.

Ana Matricia

Machismos políticamente correctos

Me encanta la idea del micromecenazgo o crowdfunding, así que, cuando encuentro proyectos con los que de alguna manera me siento identificada, suelo apoyarlos si está dentro de mis posibilidades.

El año pasado me topé con un proyecto que, de entrada, me pareció interesante. Más tarde, sin embargo, cayó de mi gracia por su tinte machista (involuntario, quiero creer, aunque nunca se sabe) y he aquí el por qué: El proyecto se llamó Ars Universalis y, según la descripción de lxs creadorxs, incluida en la página del crowdfunding, «Ars Universalis es un divertido juego de mesa para toda la familia en el cual nos metemos en el papel de los grandes artistas y pensadores de la Historia, desde la Edad Media hasta el presente.» Y sí, fue que sí, que se metían en el papel de lOs artistas y lOs pensadores. LOS, con O. Porque, al parecer, lAs artistas y lAs pensadoras desde la Edad Media hasta el presente, no existen para estas personas.

Lo que fue más revelador para mí y por supuesto determinante para no apoyar su proyecto, fue leer la respuesta de una de las preguntas dirigidas al equipo creador del proyecto que reproduzco textualmente, aunque puede mirarse directamente en la página citada:

Pregunta.

«Hola, tiene muy buena pinta. Enhorabuena por el trabajo. La pregunta: entre los 60 personajes iniciales, ¿no hay ninguna mujer? Las tres cartas extra en caso de llegar a 7000€ parece que saben a muy poco :-(«

Respuesta:

«¡Hola! Muchas gracias. Sí, actualmente hay una mujer entre los personajes, Kassia. Además del Pack de Mujeres, si llegamos a desbloquearlo, en el pack exclusivo de Verkami habrá la opción de elegir artistas y científicas como personajes a añadir.

Cuando estuvimos desarrollando el juego, tristemente, los primeros nombres que salen entre el arte y las ciencias son masculinos. Obviamente, nos gustaría contar con más mujeres y darles el papel que les corresponde en el desarrollo de las artes y las ciencias, de ahí que nuestro primer pack sea el de mujeres y que, entre todos los mecenas, podáis elegir también mujeres para añadir al juego base.»

Menuda respuesta, no hay por dónde defenderla ¡si es que parece una radiografía de la sociedad machista, patriarcal misógina en la que vivimos! ¡Es un resumen perfecto de los vicios patriarcales a la hora de contar la Historia!

¿Qué es lo que yo veo? Una respuesta estandarizada, políticamente correcta, descomunalmente irresponsable y machista a una magnífica pregunta: ¿Dónde están las mujeres?

Emmmmh, no sabemos muy bien, deben estar por alguna parte pero nos dio mucha pereza, miedo (o lo que sea) sacarlas de sus escondrijos para darles su tan merecido lugar (discurso político), así que mejor optamos (tristemente) por incluir en nuestro juego a los mismos de siempre, los que están a la vista, los que acaparan las estanterías de la historia, ¿para qué íbamos a esforzarnos?

Igual hubiese pasado inadvertido el detalle si no hubieses colado tu pregunta.

Igual las mujeres se hubiesen conformado con el 1.6%  de reconocimiento (por no dejar) y hasta habrían dado las gracias, ¿no?

Igual las mujeres pasan la cuota extra (¡tan simbólica!) que hay que pagar para alcanzar a aparecer en la jugada (nunca mejor dicho), y gozar del flamante 6.6% de escenario, ¿no?

A mí esta respuesta me causó horror y espanto, saltaron todas las alarmas de machismo, de todo lo que deseo mantener a la mayor distancia posible de mi vida y la de mis hijxs, que para algo soy responsable de su educación. ¿Crees que yo iba a acercar a mis hijxs un juego en el que el papel protagónico lo llevan 1.6% las mujeres y el resto los con-falo? ¡Ni en una broma macrabra!

Así están las cosas y así es de cómoda la actitud de algunxs ante ellas. Parece ser que para ciertas personas siguen siendo una mejor opción hacer «lo de siempre», antes que esforzarse un poco y poner las cosas en el sitio que les corresponde. ¿Y así nos preguntamos por qué tenemos el mundo como lo tenemos? Oportunidad valiosísima para cambiar la percepción del mundo de las artes y el pensamiento universal, tirada a la basura por este equipo.

Por suerte, hay gente que cree en la justicia y no teme trabajar por ella, ni antepone su pereza o comodidad a la búsqueda del equilibrio perdido; cuando encuentro gente comprometida, que mueve lo que haya que mover para mostrar la realidad no-oficial, no-estandarizada, es un gustazo apoyar sus proyectos, como Women in science, del que próximamente contaré un poco más.

Ana Matrica

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La Calendaria: Midiendo el tiempo en femenino


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Vivimos inmersxs en un aplastante sistema que nos «invita» a vivir según los tiempos y ritmos de los relojes, las semanas, los meses, los años y los decretos de cambio de horario. Desde la más tierna infancia nos someten a la hora de comer, la hora de entrada, la del recreo, la de cenar, la de dormir, etc. Nos acostumbramos a vivir totalmente desconectados de los ciclos naturales y los saberes de nuestros cuerpos y a algunxs, más tarde, nos lleva años de trabajo personal volver a conectar con nuestros propios ritmos y los ritmos que, naturalmente, nos unen al universo.

La Calendaria es un maravilloso proyecto de Boreal que nos ofrece la posibilidad de, por lo menos, ponerle un sello más humano, feminista y ecológico a los arbitrariamente establecidos periodos de tiempo que rigen nuestras vidas. 

Porque sí, la Calendaria nos sigue trayendo los impuestos 7 días de la semana y los aparentemente inevitables 12 meses del año, pero nos invita además a vivirlos desde una mirada diferente, porque las celebraciones, conmemoraciones y onomásticos que nos recuerda son fechas relacionadas con sucesos y personas que, si bien han cambiado el curso de la historia, suelen guardarse en archivos empolvados que el sistema heteropatriarcal normalizado en que vivimos no celebra y es más, casi seguro preferiría que no existieran, al igual que las celebraciones vinculadas con la Madre Naturaleza.

Además de ser una idea por demás fantástica y artística, la Calendaria es también un proyecto necesario porque:

* Nos muestra partes de la historia que no nos cuentan los libros con las versiones oficiales.

* Nombra a brillantes mujeres que han cambiado el curso de la historia alrededor del mundo en ámbitos diversos y que, misteriosamente, no son nada populares.

* Rememora celebraciones que nos invitan a re-conectar con la Madre Tierra, con nuestro origen.

* Nos recuerda las batallas que aún estamos librando por la libertad, la equidad y la justicia social y ecológica.

En la Calendaria no caben santos, mártires ni «héroes de la patria», en la Calendaria hay lugar, en cambio, para las heroínas (y héroes) de la vida real, para las revolucionarias, para la Pachamama, los árboles, las placentas, la poesía, la canción, las tetas, el arte… La Calendaria me incluye potencialmente a mí, a ti, a cualquiera que  sea o trabaje por una causa que contribuya a construirnos como una sociedad más justa, equilibrada y respetuosa.

La Calendaria 2016, creada con mucho mimo y cuidado, está lista para nacer con el apoyo de todxs lxs mecenas que quieran sumarse a la labor, tú puedes conocer más sobre ella, sumarte al proyecto y obtener la tuya en este enlace. Tenemos 40 fantásticos días para pasar la voz y hacer que llegue a muchos rincones de la tierra. ¿Nos ayudas?

«Passeig per les terres de la tramuntana: Fem-la petar!», el nuevo libro de Esther Borrell i Rossell

A partir del 20 de octubre y hasta el 30 de noviembre se estará realizando un crowdfunding para conseguir, con la ayuda de cuantxs más mecenas, mejor, la impresión del más reciente libro de una de mis escritoras favoritas: Esther Borrell i Rossell. Ella estudió geografía e historia en la Universidad de Girona y se especializó en estudios de género, también ha hecho muchas otras cosas interesantes que se pueden conocer en su página web. En esta versión mucho menos oficial, he de añadir que Esther es también una bruja moderna, una mujer apasionada por la historia y el importante papel de las mujeres a lo largo de la vida. Una mujer que desde su obra ofrece información que, sin duda, favorece la reconexión de las mujeres con la Gran Madre y con la magia que nos hace ser una  con ella.

En sus libros anteriores, Esther se ha dado a la tarea de desenmarañar los misterios previos a la historia escrita en los que trae a la luz importantes saberes ancestrales que restituyen a las mujeres en el fundamental papel que han desempeñado a lo largo de la historia, pero la historia real y completa, no la oficial, que está demasiado amañada.

Este nuevo libro «Passeig per les terres de la tramuntana: Fem-la petar!» trata de la vida cotidiana en el pueblo de l’Escala y otros pueblos de l’Empordà, en Cataluña. «En él converso con personas de todas las edades de forma casual, y me cuentan su vida, sobre todo las mujeres, y las mujeres mayores cuentan sus recuerdos de la vida cooperativa en el campo. El libro tiene de singular que gira en torno a dos temas: la ayuda mutua y la conversación», nos cuenta la escritora.

Regresar a la solidaridad y la ayuda mutua es una tendencia que se va haciendo más popular, los modelos económicos actuales, que apuestan por el individualismo y la acumulación de la riqueza son insatisfactorios para más personas cada vez, lo que está llevando a grupos de gente alrededor del mundo a probar modelos diferentes basados en el respeto a lxs demás y a la naturaleza, modelos que no son nuevos en absoluto, pero que estaban en el cajón de los recuerdos y hoy se van recuperando, siguiendo más una filosofía de «tú ganas y yo gano».

En este nuevo libro, Esther nos lleva de paseo por impresionantes paisajes catalanes en los que descubriremos antiguas costumbres locales capaces de conectarnos con la calidez de viejos recuerdos provenientes de comunidades lejanas alrededor del mundo: el bar o café del pueblo, el lavadero, la calle, la fuente, la forma de vida de hace algunas décadas en las que la vida iba más lenta y se disfrutaba en mayor medida del contacto humano, la naturaleza y el juego libre.

En palabras de la propia autora, este «es un libro de geografía feminista donde aparecen niñxs, ancianxs, jóvenes, prostitución, violación… Es una geografía en la que las mujeres explican cómo ven su mundo, y los animales también participan de nuestro relato. ¡Parece mentira que pueda haber tantas cosas en 100 páginas!»

El libro está escrito en catalán, ojalá que el crowdfunding resulte tan exitoso, que la autora nos sorprenda pronto también con la versión en castellano. De cualquier forma, como retribución por apoyar económicamente la edición de «Passeig per les terres de la tramuntana: Fem-la petar!», Esther nos ofrece como recompensa, no únicamente este libro, sino también sus títulos anteriores, en catalán o castellano, dependiendo de la elección de cada unx y del monto con que se esté apoyando. Para más información sobre cómo convertirse en mecenas desde cualquier lugar del mundo, recuerda visitar la página web del crowdfunding: http://estherborrell.com/category/fem-la-petar/

Ana Matricia

 

Con esxs terapeutas, ¿para qué queremos curas?


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Encontré esta joyita en una publicación de Facebook:

«Para mí es inconcebible instigar a alguien contra sus padres, tal como se practica en algunas terapias, en el sentido de ‘tenéis que libraros de vuestros padres’. Me parece un absurdo. ¿Cómo una persona podría librarse de sus padres? La persona es sus padres.» -Bert Hellinger (¿quién más?) 

Dejando aparte tropecientas puntualizaciones referentes a una visión muy «peculiar» (digamos) de la psicoterapia, a mí lo único que me parecería inconcebible sería que, en mi propio proceso terapéutico, mi terapeuta se preocupara más de mi madre y mi padre que de mí. Ese sería motivo suficiente para cambiar de terapeuta de inmediato.

Una persona que no es capaz de cuestionar y liberarse del conveniente 4to. mandamiento, no es capaz tampoco de liberarse de ningún tipo de patriarcal y nociva (¿pleonasmo?) jerarquía que le impida desarrollar su YO esencial. 

A las H. Instituciones les importa un carajo la madre o el padre de nadie, lo que en realidad les interesa es que, una vez sometidxs, lxs hijxs, a estas dos figuras, queda el camino allanado para que después profesorxs, monjas, curas, gobernantes, instituciones y toda figura con poder (real o imaginario) nos sigan avasallando a lo largo de nuestras vidas. El 4to. mandamiento es una efectiva forma de cimentar el poder que sostiene el sistema en que vivimos.

 

* Para profundizar en cómo el 4to. mandamiento afecta nuestras vidas desde la más tierna infancia, es imprescindible la lectura de la obra de Alice Miller

 

Amo mi ira

                                                                                        A E., por la complicidad y el empujón.

 


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Sí, la amo. Amo a esta gran incomprendida.

A pesar de los mandatos recibidos a lo largo de mi vida, la amo.

Aunque el Dalai Lama diga que no hay que darle la bienvenida, yo se la doy con un abrazo.

Aunque la santamadre, olvidando la furia de Jesús en el templo para expulsar a los mercaderes, predique que «el amor no se irrita», yo amo y me encabrono* con igual disposición.

Aunque en la escuela y la familia me hayan entrenado para no sentir, mi cuerpo sabio y mi alma sabia no saben de «educación» y si hay ira, la expresan.

Aunque a veces me cueste trabajo hacerlo de forma sana y a estas alturas de la vida aprenda apenas a gestionarla.

Es lo que tiene intentar castrar lo incastrable, que solamente contenemos el fluir natural de un río que, tarde o temprano tiene que seguir un cauce. Y yo ahora estoy aprendiendo a que ese fluir sea por el camino adecuado. Y a que su corriente no cause daños a su paso. A nadie.

Amo mi ira. Como amo mi alegría, mi tristeza, mi placer, mi dolor, mi ternura. Si puedo experimentarlas todas, será por algo, digo yo.

Amo mi ira que me indica cuando algo o alguien ha traspasado mis límites y me invita a dejárselos muy claritos.

Amo mi ira que me muestra aquello en lo que me he equivocado y que podría evitar la próxima vez.

Amo mi ira que me recuerda lo que deseo cambiar en mi vida y a la gente que prefiero sacar de ella.

Amo mi ira que me ayuda a recuperar la estabilidad y la armonía después de experimentar un desequilibrio.

En un mundo donde el llanto incomoda, donde el conflicto, en sí mismo, amenaza…

En un mundo donde se clasifican las emociones como «negativas» y «positivas»…

En un mundo donde se anima a vivir en la superficie, en el disfraz…

Donde se alienta a evadir aquello que ocurre en el alma de las personas…

Elijo abrazar mi ira, sentirla, llorarla, gritarla, morderla, berrearla, escucharla, amarla. Darle la bienvenida, respirarla, canalizarla, agradecer su mensaje.

Elijo bajar a las «temibles» profundidades de mi alma y escuchar lo que mi rabia (como cualquier otra emoción) tiene que decirme, hacia dónde debo canalizarla, cómo puedo restablecer mi armonía. Después de todo, para eso son las emociones, ¿qué no?

 

*En México, encabronarse es la expresión que se usa para nombrar el enfurecimento extremo.

Distinguir al enemigo

A veces tengo la sensación de que, en ciertos espacios feministas, hay demasiada presión para las mujeres.

Soy feminista, intento ser congruente entre lo que siento, pienso, digo y hago. A veces me sale muy bien la congruencia, a veces no. 

A veces meto la pata terriblemente y después no sé dónde esconderme de la vergüenza que me da algo que hice o dije, como una vez que fui con Zuster Nelly (mi hija) y Dokter Leuw (su padre) a comprar un obsequio para un sobrino y la mujer de la tienda lo empezó a envolver con papel de mariposas con colores rosas y anaranjados muy brillantes y preciosos… ¡Jajaja! ¡Me doy mucha risa solamente de recordarlo! Cuando vi el papel, le dije a Dokter Leuw para que le tradujera a la mujer: «pregúntale si no tiene un papel más de niño». ¡Ay, por favor! Ahora mismo me da risa pero, en ese momento, todavía no le terminaba de traducir la frase cuando yo ya estaba buscando un lugar para esconderme, del bochorno que estaba pasando.

¡Papel de niño, colores de niño! ¡Tamaña tontería! Pasé días enteros duro y dale con Dokter Leuw, que nada más me miraba: «¡No puedo creer lo que dije! ¡Tantos años de predicar feminismo, de pelear con el machismo y el sexismo para venir y vomitar así, sin arcada de por medio, la tontería más sexista que ha salido de mi boca en años! ¡Qué vergüenza, madre mía! ¡Pero si tengo el patriarcado en las células! ¡Qué barbaridad, es increíble! ¿De dónde me viene a mí semejante frase?…» Así me fustigué (y a él) por algunas semanas hasta que el shock fue pasando para llegar a un nuevo aprehendizaje: Sí, años y años desayunando, comiendo y cenando sexismo y machismo, deja sus secuelas. Y la consciencia es lo único que me puede ayudar a cambiarlo. Y no puedo bajar la guardia, nunca está todo ganado.

En un primer momento mi lógica (ilógica) fue: «Yo puedo vestir a mi hija como quiera (en ese entonces que era chiquitita, ahora no, por supuesto) y puedo comprarle coches, aviones, balones, dinosaurios y helicópteros, puedo educarla en igualdad pero… si llevo mariposas rosas a otro niño, ¡eso es otra cosa porque no es mi hijo!» Pues no, esa lógica-ilógica no duró ni dos segundos porque enseguida vino una lógica-lógica: «Si dejas de llevar mariposas rosas a un niño por ser niño, entonces estás asumiendo el sexismo como un condicionante de TUS acciones, por lo tanto, como un factor condicionante en tu vida y en la sociedad. Al niño le importa un rábano el papel, en primer lugar, porque lo que le importa es el contenido (si acaso, porque el niño era chiquitito, de un año o dos). Segundo, si realmente quieres erradicar el sexismo, entonces, no importa la circunstacia, hay que tratar el papel de mariposas rosas como  eso; papel de mariposas rosas. Punto.»

Bueno, pues todo esto para decir que, desde algunos espacios feministas, a veces percibo cierta prisa porque todas seamos esa maravilla intelectual y revolucionaria que parecen ser, lo digo con admiración sincera hacia algunas, las mujeres que dirigen algunos de esos espacios y, no es que no esté de acuerdo en que necesitamos una revolución urgente pero, también hay que tener la sensatez de saber que, no por jalar un árbol va a crecer más pronto. 

No estoy hablando tampoco de consecuentar ideas sexistas que perpetúen neurosis patriarcales (o de otro tipo), si las tareas del hogar no tienen preferencia sexual, no la tienen y punto. Si la mujer puede y debe decidir sobre su cuerpo, pues también es así y punto. A lo que me refiero es al depilar o no depilar, pelo corto o pelo largo, tacón o no tacón, boda o no boda… Todas esas expresiones de la vida lleva un proceso mirarlas, luego analizarlas, luego que te caiga el veinte de cómo lo llevas tú, luego que pienses si quieres cambiarlo o no con las consecuencias de aquello que decidas, etc.

Pareciera como que hubiera una sola forma de hacer feminismo y que yo no puedo ser feminista porque lxs hijxs te roban la libertad, y porque le sigues el juego al patriarcado de hacer la función de incubadora, además en una familia heterosexual, además casada, además porque Simone de Beauvoir dijo que… ¡Calma! La rigidez y la homogeneización son algo muy patriarcal, ¿no era de eso de lo que estábamos intentando salir?

No estoy hablando de feminismo acomodaticio tampoco, de ese que no conlleva nada de conciencia y cambio en mis acciones, eso es puro placebo. 

Pero sí hablo de un feminismo consciente de que TODO lleva un proceso. Y a eso traía mi historieta en la tienda de juguetes: Yo, mujer, mayor de edad, luchadora de toda la vida contra el machismo porque levantaba la voz ante las actitudes sexistas de mi familia, porque hice muchas cosas diferentes a lo que se espera de una «niña bien», «niña de familia», que les llaman. Yo que dejo de ver una película que trae un mensaje misógino que no lleva sino a la perpetuación de ideas machistas, yo que veto a mis artistas que fueron favoritos por decir gilipolleces de las mujeres o por usarlas para sus shows, yo que intento poner la consciencia en cada pequeña acción, consciente además de que soy un modelo para dos personas más, ¡ME RESBALÉ TERRIBLEMENTE! Y me sigo resbalando de vez en cuando y me lo apunto en mi lista de aprehendizajes. Y seguro que a veces me resbalo más y ni siquiera me doy cuenta.

Entonces, para una mujer que se va acercando a los espacios feministas y le decimos «usas tacones porque crees que te gustan pero en realidad el machismo imperante es el que te hace usar tacones, bla, bla, bla…»; o «te gusta creer que te depilas porque te gusta pero en realidad no sabes si te gusta porque nunca te has visto sin depilar y el patriarcado, bla, bla, bla…» puede no ser una gran bienvenida y además darle una imagen del feminismo que no me parece que sea tan acertada.

Respecto a la depilación, por ejemplo, he dejado muy clara mi postura en este artículo publicado en Boreal y maravillosamente ilustrado por mi querido Augusto Metztli. Es un artículo que habla de mí, de mi experiencia muy personal, me llevó años ponerlo en palabras, me llevó años decidirme a dejar de depilarme y aún a veces dudo, ¿cómo podría ser que, por acercarse, cualquier mujer, a un espacio feminista unos meses, unos años así nada más adopte TODAS las ideas y TODAS las actitudes de una «feminista modelo»? Es que queda hasta ridículo: «feminista modelo». Se ve tan patriarcal, tan Miss Universo, ¡tan imposible! Estoy convencida de que cada una de nosotras va encontrando su propia forma de ser todo lo feminista que puede ser en cada momento, de acuerdo también con nuestro propio ritmo de desarrollo personal. ¿Tratar de meterles prisa a las que no han terminado de digerir ciertas actitudes y conductas, no equivaldría más o menos a pedirles a las que nos llevan ventaja que se esperen, que no sigan porque las demás no podemos ir tan de prisa?

Creo que, como en todo, la mejor forma de predicar es el ejemplo y, según lo que yo percibo, nos falta mucho practicar la tolerancia; no la tolerancia al machismo, al sexismo, a las actitudes nocivas, a lxs machitrolls, NO. La tolerancia a los ritmos de cada una de las mujeres que realmente están abiertas al feminismo, la tolerancia a la diferencia por que, en efecto, no hay dos mujeres iguales. Porque aún con aquello que pueda llegar a diferenciarnos y sin desear ser todas igualitas y tener las mismas opiniones en todos los temas, lo esencial es que, para colapsar este nefasto sistema heteropatriarcal, nos necesitamos unas a otras.

Y sí, lo comprendo, hemos estado demasiado tiempo calladas, demasiado tiempo sometidas, sumisas, soportando… No es a tener más de eso a lo que apelo, desde luego. A lo que realmente apelo y en lo que me gustaría apostar es en recordar, en todo momento, que nuestro enemigo no somos nosotras, Liliths, serpientes, manzanas de la discordia, NO; nuestro enemigo es el sistema y, para darle en la torre, nos necesitamos hermanadas. Sí o sí.

 

No son ellxs, eres tú.

¿Por qué no le haces un favor a la humanidad y dejas de intentar curarte con lxs niñxs a tu alrededor?

Es que ojalá ese problema se limitara a mamás y papás CON sus hijxs ¡pero no! 

Es la completa desconocida que hace «¡bua! ¡buaaaa!» a voz en grito cuando una niña de 5 años pasa cerca de ella llorando.

Es el abuelo que te recomienda que le des biberón a tu bebé porque «se hace lo que se puede».

Es la restaurantera que pide al papá de lxs niñxs que no hagan ruido (¡¿?!) mientras en la mesa de junto un grupo de adultas hacen temblar las lámparas a carcajadas.

Es la abuela que critica a la mamá por llevar a su criatura en portabebé todo el bendito día porque le da la gana.

Es la anciana metiche que no conoces pero al pasar a tu lado tiene que entrometerse en tu conversación con tu hijx que pasa por una frustración inevitable.

Es la amiga «bien intencionada» que no resiste la tentación de «corregir» a TUS hijxs como si tú no estuvieras parada justo delante de ellxs.

O la que cree que ayuda cuando le pide a tus hijxs que te obedezcan «porque la pobre mamita, bla, bla, bla…»

O el desconocido que hace berrinche cuando el/la niñx no le quiere dar la mano o pega un grito colosal si se le acerca demasiado.

Es el/la pariente o profesor/a que te sugiere medicar a tu hijx, aunque sea con homeopatía, para tratar «su» sensibilidad/irritabilidad/intolerancia, etc. (¡Ejem, ejem! ¡Un espejo, por favor!) 

En serio, lxs niñxs ya tienen bastante con sus «adultxs obligatorixs» (aquellxs de quienes no puedan deshacerse por simple supervivencia), ¿por qué no te haces un favor a ti y a la especie humana y te buscas tu terapeuta? ¿Por qué no te dedicas a sanar tu infancia, en lugar de fastidiar la de otrxs? La humanidad te lo agradecerá.

Corazón que no siente.


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Vivimos anestesiadxs.

¿Será que desde nuestro primer día de vida comienzan a castrarnos las sensaciones? Nos separan de nuestra madre, nos dejan llorar en una cuna obligándonos a llorar hasta que caemos dormidxs, fatigadxs de llorar sin obtener respuesta, frustradxs, heridxs. Nos alimentan cuando el reloj lo indica sin importar si tenemos hambre o no, nos niegan el alimento si nuestra hambre no está sincronizada con las horas indicadas para comer.

¿Será que desde la más tierna infancia nos dictan «no llores», «no pidas», «no hables», «no te enojes», «no grites», «no sientas», «no expreses»? ¿Y que se nos penaliza toda expresión emocional, en lugar de ayudarnos a gestionarala?

Y después vamos construyendo corazas que nos ayuden a sobrevivir en un mundo tan distinto del  uterino, donde automáticamente se satisfacían nuestras necesidades básicas, donde podíamos simple y sencillamente ser, sentir.

Y al crecer nos convertimos en nuestrxs propixs jueces, nos negamos todo aquello que aprendimos que no es aceptable, plausible, o tolerable. Nos negamos el sentir, el pensar, el pedir, el expresar.

En casa preparan exitosamente el camino para una escuela igualmente castrante y dictatorial, siempre con ayuda de la iglesia. Y doce o más años de escuela nos preparan a su vez para las multinacionales, para el estado, para el aplastante sistema capitalista heteropatriarcal dominante, para vivir sin salirnos del renglón.

Y así es como después formamos nuevas familias, como lastimados bebés-adultos incapaces de sentir o pensar por nuestra cuenta, repitiendo patrones tóxicos heredados de nuestros ancestrxs y que, celosamente repetimos para crear una tóxica herencia que, actualizaciones más, actualizaciones menos, pase de generación en generación.

Así, con esa incapacidad para sentir-nos, para conectar con nuestra propia emoción y, desde luego, con la emoción ajena, salimos a la escuela, a nuestros trabajos, a nuestras tareas cotidianas. Así vivimos.

Y, llegado el momento, reaccionamos al dolor de lxs demás únicamente ante las más desgarradoras imagenes en las que (por lo menos) vemos algo de nosotrxs mismxs que nos ayuda a recuperar nuestrxo Yo-sintiente.

O ni siquiera eso, porque hay quien, atrincheradx en su miedo (bien nutrido por el sistema), es incapaz de conectar con la vivencia dolorosa de lxs demás.

Y hay también quien se queda atrapadx en su propio dolor de no recibir la atención que su prójimo sí está recibiendo. «¡Es tan injusto! ¿Por qué consuelan a lxs demás, si yo también estoy sufriendo?»

Están también lxs que prefieren la negación y pelearan amistosamente o no, porque no les muestren la realidad que ellxs no quieren ver ni de reojo porque así es más seguro no generar sentimientos, no suscitar emociones.

Vivimos anestesiadxs.

Nuestras sensaciones, nuestras emociones, ¡nos resultan tan ajenas! 

Y no lo cuestionamos, no trabajamos ese aspecto nuestro. La mayoría de las veces, aún sin quererlo, simplemente repetimos pautas. Pautas nocivas, patrones que sirven a un sistema al que el ser humano le importa muy poquito, hábitos, conductas y actitudes que minan nuestro potencial.

Y, con demasiada frecuencia, resultado de esas pautas, surgen Hitlers, Francos, Salinas, Huseins y Chávez. Y surgen lxs protagonistas de las incontables notas rojas que cada día llenan los diarios. Y vamos por ahí con las emociones tan heridas, tan inmaduras, tan erróneamente encauzadas, ¡tan dormidas! que ni siquiera nos imaginamos que una cosa tenga que ver con la otra.

Ana Matricia