A veces tengo la sensación de que, en ciertos espacios feministas, hay demasiada presión para las mujeres.
Soy feminista, intento ser congruente entre lo que siento, pienso, digo y hago. A veces me sale muy bien la congruencia, a veces no.
A veces meto la pata terriblemente y después no sé dónde esconderme de la vergüenza que me da algo que hice o dije, como una vez que fui con Zuster Nelly (mi hija) y Dokter Leuw (su padre) a comprar un obsequio para un sobrino y la mujer de la tienda lo empezó a envolver con papel de mariposas con colores rosas y anaranjados muy brillantes y preciosos… ¡Jajaja! ¡Me doy mucha risa solamente de recordarlo! Cuando vi el papel, le dije a Dokter Leuw para que le tradujera a la mujer: «pregúntale si no tiene un papel más de niño». ¡Ay, por favor! Ahora mismo me da risa pero, en ese momento, todavía no le terminaba de traducir la frase cuando yo ya estaba buscando un lugar para esconderme, del bochorno que estaba pasando.
¡Papel de niño, colores de niño! ¡Tamaña tontería! Pasé días enteros duro y dale con Dokter Leuw, que nada más me miraba: «¡No puedo creer lo que dije! ¡Tantos años de predicar feminismo, de pelear con el machismo y el sexismo para venir y vomitar así, sin arcada de por medio, la tontería más sexista que ha salido de mi boca en años! ¡Qué vergüenza, madre mía! ¡Pero si tengo el patriarcado en las células! ¡Qué barbaridad, es increíble! ¿De dónde me viene a mí semejante frase?…» Así me fustigué (y a él) por algunas semanas hasta que el shock fue pasando para llegar a un nuevo aprehendizaje: Sí, años y años desayunando, comiendo y cenando sexismo y machismo, deja sus secuelas. Y la consciencia es lo único que me puede ayudar a cambiarlo. Y no puedo bajar la guardia, nunca está todo ganado.
En un primer momento mi lógica (ilógica) fue: «Yo puedo vestir a mi hija como quiera (en ese entonces que era chiquitita, ahora no, por supuesto) y puedo comprarle coches, aviones, balones, dinosaurios y helicópteros, puedo educarla en igualdad pero… si llevo mariposas rosas a otro niño, ¡eso es otra cosa porque no es mi hijo!» Pues no, esa lógica-ilógica no duró ni dos segundos porque enseguida vino una lógica-lógica: «Si dejas de llevar mariposas rosas a un niño por ser niño, entonces estás asumiendo el sexismo como un condicionante de TUS acciones, por lo tanto, como un factor condicionante en tu vida y en la sociedad. Al niño le importa un rábano el papel, en primer lugar, porque lo que le importa es el contenido (si acaso, porque el niño era chiquitito, de un año o dos). Segundo, si realmente quieres erradicar el sexismo, entonces, no importa la circunstacia, hay que tratar el papel de mariposas rosas como eso; papel de mariposas rosas. Punto.»
Bueno, pues todo esto para decir que, desde algunos espacios feministas, a veces percibo cierta prisa porque todas seamos esa maravilla intelectual y revolucionaria que parecen ser, lo digo con admiración sincera hacia algunas, las mujeres que dirigen algunos de esos espacios y, no es que no esté de acuerdo en que necesitamos una revolución urgente pero, también hay que tener la sensatez de saber que, no por jalar un árbol va a crecer más pronto.
No estoy hablando tampoco de consecuentar ideas sexistas que perpetúen neurosis patriarcales (o de otro tipo), si las tareas del hogar no tienen preferencia sexual, no la tienen y punto. Si la mujer puede y debe decidir sobre su cuerpo, pues también es así y punto. A lo que me refiero es al depilar o no depilar, pelo corto o pelo largo, tacón o no tacón, boda o no boda… Todas esas expresiones de la vida lleva un proceso mirarlas, luego analizarlas, luego que te caiga el veinte de cómo lo llevas tú, luego que pienses si quieres cambiarlo o no con las consecuencias de aquello que decidas, etc.
Pareciera como que hubiera una sola forma de hacer feminismo y que yo no puedo ser feminista porque lxs hijxs te roban la libertad, y porque le sigues el juego al patriarcado de hacer la función de incubadora, además en una familia heterosexual, además casada, además porque Simone de Beauvoir dijo que… ¡Calma! La rigidez y la homogeneización son algo muy patriarcal, ¿no era de eso de lo que estábamos intentando salir?
No estoy hablando de feminismo acomodaticio tampoco, de ese que no conlleva nada de conciencia y cambio en mis acciones, eso es puro placebo.
Pero sí hablo de un feminismo consciente de que TODO lleva un proceso. Y a eso traía mi historieta en la tienda de juguetes: Yo, mujer, mayor de edad, luchadora de toda la vida contra el machismo porque levantaba la voz ante las actitudes sexistas de mi familia, porque hice muchas cosas diferentes a lo que se espera de una «niña bien», «niña de familia», que les llaman. Yo que dejo de ver una película que trae un mensaje misógino que no lleva sino a la perpetuación de ideas machistas, yo que veto a mis artistas que fueron favoritos por decir gilipolleces de las mujeres o por usarlas para sus shows, yo que intento poner la consciencia en cada pequeña acción, consciente además de que soy un modelo para dos personas más, ¡ME RESBALÉ TERRIBLEMENTE! Y me sigo resbalando de vez en cuando y me lo apunto en mi lista de aprehendizajes. Y seguro que a veces me resbalo más y ni siquiera me doy cuenta.
Entonces, para una mujer que se va acercando a los espacios feministas y le decimos «usas tacones porque crees que te gustan pero en realidad el machismo imperante es el que te hace usar tacones, bla, bla, bla…»; o «te gusta creer que te depilas porque te gusta pero en realidad no sabes si te gusta porque nunca te has visto sin depilar y el patriarcado, bla, bla, bla…» puede no ser una gran bienvenida y además darle una imagen del feminismo que no me parece que sea tan acertada.
Respecto a la depilación, por ejemplo, he dejado muy clara mi postura en este artículo publicado en Boreal y maravillosamente ilustrado por mi querido Augusto Metztli. Es un artículo que habla de mí, de mi experiencia muy personal, me llevó años ponerlo en palabras, me llevó años decidirme a dejar de depilarme y aún a veces dudo, ¿cómo podría ser que, por acercarse, cualquier mujer, a un espacio feminista unos meses, unos años así nada más adopte TODAS las ideas y TODAS las actitudes de una «feminista modelo»? Es que queda hasta ridículo: «feminista modelo». Se ve tan patriarcal, tan Miss Universo, ¡tan imposible! Estoy convencida de que cada una de nosotras va encontrando su propia forma de ser todo lo feminista que puede ser en cada momento, de acuerdo también con nuestro propio ritmo de desarrollo personal. ¿Tratar de meterles prisa a las que no han terminado de digerir ciertas actitudes y conductas, no equivaldría más o menos a pedirles a las que nos llevan ventaja que se esperen, que no sigan porque las demás no podemos ir tan de prisa?
Creo que, como en todo, la mejor forma de predicar es el ejemplo y, según lo que yo percibo, nos falta mucho practicar la tolerancia; no la tolerancia al machismo, al sexismo, a las actitudes nocivas, a lxs machitrolls, NO. La tolerancia a los ritmos de cada una de las mujeres que realmente están abiertas al feminismo, la tolerancia a la diferencia por que, en efecto, no hay dos mujeres iguales. Porque aún con aquello que pueda llegar a diferenciarnos y sin desear ser todas igualitas y tener las mismas opiniones en todos los temas, lo esencial es que, para colapsar este nefasto sistema heteropatriarcal, nos necesitamos unas a otras.
Y sí, lo comprendo, hemos estado demasiado tiempo calladas, demasiado tiempo sometidas, sumisas, soportando… No es a tener más de eso a lo que apelo, desde luego. A lo que realmente apelo y en lo que me gustaría apostar es en recordar, en todo momento, que nuestro enemigo no somos nosotras, Liliths, serpientes, manzanas de la discordia, NO; nuestro enemigo es el sistema y, para darle en la torre, nos necesitamos hermanadas. Sí o sí.