Esta vez, me quedo


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Los últimos años, antes de la llegada del otoño, solía tener preparado mi plan de huida: vacaciones, visitar a la familia, conocer aquel lugar en la lista de deseos…

Antes de octubre, ya tenía plan, y es que me entraba una especie de urgencia por… correr, hui, escapar, ¡literalmente! Yo quería, pero no podía darle la bienvenida, de corazón, al otoño; me sentía encerrada con las eternas lluvias y el frío calando hasta los huesos de mi cuerpa acostumbrada al clima cálido. Entonces planeaba una salida y, por un par de semanas, me olvidaba de que en mi casa había otoño, al fin de cuentas yo no estaba ahí para padecerlo. El otoño no era externo, al menos no únicamente.

Este año ha sido distinto, no porque no haya tenido la tentación de salir a hacer algún nuevo tour familiar a tierras sucreñas, más cálidas en esta temporada, sino porque he sentido, además el fuerte deseo, la necesidad de quedarme en casa, de VIVIR en consciencia el otoño, de abrazarlo. Creo que este cambio se ha gestado en medio de y gracias al proceso de conocimiento de mi ciclo menstrual en el que me he sumergido últimamente, ahora tengo esta comprensión (no intelectual) de que el otoño es a las estaciones lo que la menstruación a mi ciclo: una etapa de soltar, de fluir, de sangrar, necesaria para la renovación y el resurgimiento de una Yo fresca y revitalizada.

Este año estoy aprendiendo a vivir el otoño, a SER y ESTAR en él. Y he sacado partido de sus energías de renovación y limpieza: soltando relaciones, hábitos, objetos, sentimientos, planes que no sirven más a mi propósito de vida, dejándoles ir, liberándoles y liberándome, fluyendo como las hojas secas que se sueltan de sus ramas para danzar el baile estacional del viento que las mece.

VIVIR el otoño, literal y metafóricamente, no me es siempre sencillo, implica aprender nuevos hábitos, enfrentar personas, miedos, implica disposición a soltar-me, a confiar y eso a veces me cuesta mucho. Pero vale la pena hacerlo por muchas razones: para dejar de huir, para vivir al completo con todas mis estaciones, para dejar de temer, para fluir y gozar, porque soltar tiene también sus ventajas, en cada paso las voy descubriendo, ir ligera, la primera. Y cuando me entran el pánico y la ansiedad por desconocer el futuro, cuando me aterra soltar-me, intento volver a mi respiración y cuidar solamente del momento presente, y escucho la voz de mi maestra Laura: «¡respira, Ana!» y (casi siempre) vuelve la calma.

¿Por qué me cuestan tanto estas energías otoñales? El soltar, fluir, confiar? Supongo que es debido a más de una razón, pero eso lo iré descubriendo en el camino, sin prisa y quizá con alguna pausa, un día a la vez.

¿Cómo lo llevas tú con el otoño? ¿Hay alguna estación con la que te sientas más o menos afín? Si te apetece compartir, bienvenido tu comentario.

Ana Matricia

Publicado por Ana

Mujer, hija, esposa, madre, hermana, madrina, sobrina, amiga, aprendiz, caminante. Me encanta dibujar, cocinar, danzar, viajar, leer, cantar. Estreno ahora mi nueva faceta de bloggera con fines terapéuticos.

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