Vinagre

Pues sí, esta vez mis delirios  van dedicados al vinagre… ¡Al vinagre! La verdad es que nunca le presté mucha atención y, cuando lo hice, fue para llegar a la conclusión de que no me gustaba; ¡ese olor tan abrumador, tan sobresaliente!

Durante mi infancia realmente no tuve mucho contacto con el vinagre, sabía que era algo empleado para la preparación de alimentos pero, excepto en escabeches, tepache y encurtidos, no se me habría ocurrido qué otra utilidad podría tener.

Ya mayor, como los escabeches y encurtidos los compraba ya hechos y el tepache no era de mi agrado, pues sencillamente el vinagre no estuvo nunca en mi lista de la compra. Nunca.

Hasta hace unos 4 años que me vi en la necesidad de hacer mis propios chiles en escabeche y alguna vez para aliñar la ensalada.

Eso en lo tocante a su uso en la cocina, pero no sospechaba yo que, también más o menos por esa época, el vinagre se convertiría en mi súper ayudante de limpieza.

En donde vivo, la gente cuida mucho las ventanas de sus casas, las tienen siempre muy limpias, estilo escaparate de la tienda y el uso del vinagre para su limpieza es bastante popular, una puede ir caminando por la calle y darse cuenta de en qué casa se limpiaron las ventanas recientemente, solamente por el olor.

Yo en realidad nunca tuve la inquietud de usarlo como limpiador (también por razón del olor),  pero mira que luego tuve crías y mis prioridades cambiaron, entre otras cosas, en lo tocante a los productos de limpieza. Entonces eliminé de mi lista de la compra toda clase de productos de limpieza, aromatización, etc. que representaran un riesgo innecesario en casa. No es que fuese a dejarlos al alcance de las crías pero de todas maneras el empleo de según qué productos implica en sí mismo cierto nivel de toxicidad y yo soy más del estilo de eliminar riesgos innecesarios, deshaciéndome, así mismo, del estrés que éstos conllevan. Además del tema del daño ambiental.

Al principio no conseguía los resultados de limpieza que habría gustado sin el uso de fuertes productos químicos así que me mantuve un poco en búsqueda. Con todos estos videos de trucos de limpieza que circulan por internet mantenía la mente abierta a encontrar nuevas alternativas. Así fue que una vez, por ejemplo, usé el popular refresco de cola para desmanchar el wc con excelentes resultados. Pero tampoco iba a ser consumidora regular de ese producto, así que seguí buscando.

Y así di con algún video sobre los usos del vinagre en la limpieza y probé uno de los trucos sugeridos: remojar la regadera de la ducha para remover los restos minerales que en ella se van asentando. Ojiplática quedé con el resultado, ¡ojiplática y feliz! Es increíble lo cerca que están, a veces, las soluciones que necesito, y lo difícil que me resulta verlas.

Pues desde ahí comencé a hacer más pruebas: el wc, los grifos, las tuberías, luego las manchas en la ropa (¡las de chocolate, incluso!), el calentador de agua…  y ya no lo he dejado.

¡Todo a un costo realmente bajo, no solamente para mi bolsillo, sino también para la Tierra!

¡¿Cómo es que nos hacemos con tantos productos de limpieza, en primer lugar?! En serio, puede resultar irrisorio pero yo ahora lo resuelvo casi todo con vinagre y aceite de árbol de té  😛

Lo que sí he notado es que es necesario darle tiempo de actuar, dejar las cosas en contacto con el vinagre por algunas horas, toda la noche si es posible pero, a mí me vale muchísimo que el tiempo y la paciencia solamente al saber  que estoy usando un producto que es mucho más amigable con el ambiente y, como un extra, con el bolsillo!

Y bueno, así me hice fan del vinagre y ahora es mi súper compañero de limpieza.

¿Tú para qué usas el vinagre? ¿Tienes algún otro truco? Déjalo en los comentarios si te apetece compartirlo, así seguimos aprendiendo juntes sobre el tema  🙂

Ana

Violencia Obstétrica


Imagen:  Cuatro TuercasImagen:  Cuatro Tuercas

Imagen: Cuatro Tuercas

Violencia Obstétrica, indeseable, mortífera, pasada por alto, minimizada, presente en todas las latitudes, una forma más de violencia de género que va dejando secuelas a su paso con una frecuencia aterradora.

¿Quién ha tenido un parto maravilloso, un parto del que no haya tenido que recuperarse, al que no haya nada que cambiarle, reprocharle, quitarle? Nos  han vendido la noción de que “lo importante es que la criatura está sana” y a las que parimos nos han colocado, así, en la lista de lo irrelevante. Da igual que hayas quedado con la cuerpa y/o el alma maltrechas, que una sombra postparto te acompañe por algunos meses, años o por el resto de tus días, que te queden heridas sangrantes, que…. Da igual, porque “al menos tu criatura está bien”. Como si tu criatura fuera la única persona en esta ecuación, como si fuese el único valor implícito en todo este jaleo al que llamamos parto.

No se acostumbran a tratarnos como personas que somos, con inteligencia, con voluntad, con deseos, con derechos… No se acostumbran.

No se hacen a la idea de que el embarazo no es una enfermedad que algún agente externo “cura” con el parto, a veces tan interferido, que no se sabe si es una quien está pariendo, o si alguien más lo está haciendo en su lugar.

Comentarios fuera de lugar, procedimientos protocolarios, insensibilidad, falta de empatía… Nunca he comprendido que la gente carente de empatía y sensibilidad trabaje con personas, nunca.

Violencia temprana también contra las crías: “te programo, te separo, te peso, te mido, te limpio, te envuelvo, te alejo, de aíslo, te ignoro, te anulo”. Y luego vemos las noticias y nos jalamos los cabellos al no comprender de dónde viene tanto desamor, rencor y violencia en las acciones cotidianas de tanta y tanta gente que, además,  nos parece lejanísima porque está allá, en la pantalla, en el diario, en la radio.

¡Que las madres pueden parir! ¡Que las madres saben parir! ¡Lo hemos hecho por milenios!

Que no perdemos la inteligencia a la hora del parto, ni la autonomía, ni la creatividad, ni la sabiduría (aunque agentes externxs nos estorben).

Necesitamos comprender que las madres pueden y saben (¡oh, lo siento, egos!) totalmente parir sin ayuda, otra cosa es desear sentirse amorosamente acompañada en un ritual divino que se ha venido repitiendo desde el mismo comienzo de la humanidad. 

¡Hay tantas heridas abiertas relacionadas con el nacimiento de nuestras criaturas!

Dijo Ina May Gaskin: “The way a culture treats women in birth is a good indicator of how well women and their contributions to society are valued and honored.” 

La forma en que una cultura trata a las mujeres en el momento del parto es un buen indicador de qué tan bien valoran y honran a las mujeres y sus contribuciones a la sociedad.

Poco que agregar, un diagnóstico desolador, una realidad descorazonadora.

Por eso cada año, en el Día internacional para la erradicación de la violencia contra las mujeres, numerosos grupos de personas se manifiestan alrededor del mundo para denunciar la violencia obstétrica, entre ellos, La revolución de las rosas, a la luz de la que recorro este camino de concientización, denuncia y sanación.

Queremos que nuestros partos sean NUESTROS, que sean libres de violencia, y que nos llenen de dicha, y sólo de dicha, al recordarlos.

Yo me uní a la revolución de las rosas porque toda madre merece recordar la primera vez que vio la cara de su bebé, y yo no lo recuerdo; lo único que consigo es recordar a la comadrona hablando banalidades a gritos, sin parar, con su asistente, y a mí deseando que cerrara el pico de una puñetera vez. Y esta, esta no es, de ninguna manera, una forma aceptable de recordar el nacimiento de mi bebé.

Es imprescindible poner fin a la violencia obstétrica YA MISMO.

Ana

Esta vez, me quedo


Imagen , cortesía de   Photo y caféImagen , cortesía de   Photo y café

Imagen, cortesía de  Photo y café

Los últimos años, antes de la llegada del otoño, solía tener preparado mi plan de huida: vacaciones, visitar a la familia, conocer aquel lugar en la lista de deseos…

Antes de octubre, ya tenía plan, y es que me entraba una especie de urgencia por… correr, hui, escapar, ¡literalmente! Yo quería, pero no podía darle la bienvenida, de corazón, al otoño; me sentía encerrada con las eternas lluvias y el frío calando hasta los huesos de mi cuerpa acostumbrada al clima cálido. Entonces planeaba una salida y, por un par de semanas, me olvidaba de que en mi casa había otoño, al fin de cuentas yo no estaba ahí para padecerlo. El otoño no era externo, al menos no únicamente.

Este año ha sido distinto, no porque no haya tenido la tentación de salir a hacer algún nuevo tour familiar a tierras sucreñas, más cálidas en esta temporada, sino porque he sentido, además el fuerte deseo, la necesidad de quedarme en casa, de VIVIR en consciencia el otoño, de abrazarlo. Creo que este cambio se ha gestado en medio de y gracias al proceso de conocimiento de mi ciclo menstrual en el que me he sumergido últimamente, ahora tengo esta comprensión (no intelectual) de que el otoño es a las estaciones lo que la menstruación a mi ciclo: una etapa de soltar, de fluir, de sangrar, necesaria para la renovación y el resurgimiento de una Yo fresca y revitalizada.

Este año estoy aprendiendo a vivir el otoño, a SER y ESTAR en él. Y he sacado partido de sus energías de renovación y limpieza: soltando relaciones, hábitos, objetos, sentimientos, planes que no sirven más a mi propósito de vida, dejándoles ir, liberándoles y liberándome, fluyendo como las hojas secas que se sueltan de sus ramas para danzar el baile estacional del viento que las mece.

VIVIR el otoño, literal y metafóricamente, no me es siempre sencillo, implica aprender nuevos hábitos, enfrentar personas, miedos, implica disposición a soltar-me, a confiar y eso a veces me cuesta mucho. Pero vale la pena hacerlo por muchas razones: para dejar de huir, para vivir al completo con todas mis estaciones, para dejar de temer, para fluir y gozar, porque soltar tiene también sus ventajas, en cada paso las voy descubriendo, ir ligera, la primera. Y cuando me entran el pánico y la ansiedad por desconocer el futuro, cuando me aterra soltar-me, intento volver a mi respiración y cuidar solamente del momento presente, y escucho la voz de mi maestra Laura: «¡respira, Ana!» y (casi siempre) vuelve la calma.

¿Por qué me cuestan tanto estas energías otoñales? El soltar, fluir, confiar? Supongo que es debido a más de una razón, pero eso lo iré descubriendo en el camino, sin prisa y quizá con alguna pausa, un día a la vez.

¿Cómo lo llevas tú con el otoño? ¿Hay alguna estación con la que te sientas más o menos afín? Si te apetece compartir, bienvenido tu comentario.

Ana Matricia

La paz, las paces

Esta reflexión la escribí e ilustré el año pasado para Boreal, a propósito de tanto bla, bla, bla que escuchaba y leía con respecto a la paz y que, en algún momento, llegó a perder todo sentido y a convertirse en un ruido de fondo dejándome eso sí, con muchas preguntas. Hoy la recupero con pretexto del Día internacional de la paz que, según me recuerda La Calendaria, se celebra el día de hoy.


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Últimamente no me gusta hablar de paz como si fuera “la paz”. Me parece un concepto ya demasiado magullado y acomodaticio, ya no me dice mucho.

No quiero decir que sea pro-guerra, porque no es así pero… ¿Paz?

Paz, así, esas tres letras solas… No sé. Ya no sé qué significan y sospecho que cada quien las significa como mejor le conviene. Especialmente cuando hay brotes de violencia asesina, todo el mundo habla de construir la paz y yo solamente atino a pensar: Mmmm… ¿cuál paz?

¿Quiere la misma paz la vaca sacrificada para su consumo y el/la activista por los derechos humanos que se la come?

¿Buscan la misma paz el niño explotado en la plantación de cacao y el que se los come en navidades mientras canta “Noche de paz”?

¿Anhelan la misma paz la niña que fabrica la ropa de las muñecas y la niña que juega con éstas?

¿Desean la misma paz la mujer violentada en el transporte público (pero no tiene otro remedio que usarlo) que la mujer que toda la vida viajó en auto propio?

¿Busca la misma paz la persona que ha sido abusada por las personas que deberían haber sido su referencia de seguridad y respeto, que la mujer que creció en un ambiente familiar saludable y seguro?

¿Quiere la misma paz el león de vitalidad apagada a fuerza de ser prisionero, que lxs pacifistas que llevan a sus hijxs al zoológico los domingos?

¿Quieren la misma paz las mujeres que ganan 31€ al mes por extensas jornadas de trabajo, en Bangladesh, fabricando ropa, que las que la compran para estrenar en sus fiestas decembrinas?

¿Buscan la misma paz lxs personas homosexuales y transgénero, que lxs que encajan en la heteronorma?

¿Quiere la misma paz el ejecutivo-blanco-europeo-heterosexual que el campesino-anciano-analfabeta-“tercermundista”?

Y, ¿quiere la misma paz la profesora rural que se establece en el poblado lejano para enseñar a leer, que la académica de universidad privada con investigación financiada?

¿Busca la misma paz el señor senador que el vecino líder de la cooperativa de campesinos?

¿Es la misma paz la que quisiera la niña violada, que la que busca su violador en el silencio cómplice y la impunidad de su acción?

¿Necesitan la misma paz las personas explotadas en las plantaciones de té, que las señoras ricachonas que se lo beben en los eventos de recaudación de fondos para obras benéficas?

Todxs queremos construir “la paz”.

¿Pero al final, cuál es la paz que buscamos?

¿La que tranquiliza la consciencia de algunxs?

¿La que requiere justicia para todxs?

¿La que otorga premios Nobel a lxs fabricantes de guerras?

¿La que consiguen los pueblos a través de las armas?

¿La paz que da la inconsciencia, el cerrar los ojos?

¿Cuál paz?

¿La mía? ¿La tuya? ¿La suya? ¿La de quién?

¿Cuál de todas?

Ana Matricia.

Mi premenstrual, aliada enemiga

Ya sé, el título parece contradictorio, pero es que así siento esta etapa y enseguida voy a explicar por qué.

Ahora mismo estoy saliendo de una premenstrual que me arrastró por los infiernos y me hizo enfrentar fantasmas (the old and the new) que a ratos, sinceramente,  preferiría haber seguido ignorando. Y pude haberlo hecho, pero supongo que estaba preparada para dejar de hacerlo.

Mi premenstrual es mi «enemiga», en primer lugar, porque me muestra descaradamente (¡¿cómo se atreve?!) las cosas que no tolero en mi vida, las que no son parte de mi ser esencial o de mis mayores aspiraciones; me las restriega así sin más, ¡como si le hubiese preguntado su opinión! Y yo que tanto me he esforzado por racionalizarlas, por tenerlas en un segundo o tercer plano de atención, ¡qué premenstrual tan atrevida!

Mientras que en otras etapas soy condescendiente o más conciliadora, en la premenstrual me es imposible, es que, aunque quiera, no me sale, es una etapa en la que necesito ser mucho más leal a mi ser, es como si tuviera unas gafas especiales que no toleran ninguna distorsión favorable de la realidad: las cosas son como son, sin cubierta azucarada. En premenstrual todo se ve más claro y mi cuerpa así me lo dice (ya perdiendo la paciencia, si es que me lo venía diciendo desde hacía rato): «¡Que no, que no quiero salir!» «¡Que no, que no quiero hacerlo!» «¡Que sí, que quiero bajar el ritmo!», «¡Que quiero dormir!», «¡Que no puedo pasarlo por alto!», «¡Que quiero desconectar!», «¡Que necesito estar solaaaaa!», etc.

Esa visión tan clara de mis propias necesidades aplica también a las relaciones humanas, a los miedos, a los proyectos, etc. Así que, naturalmente, eso puede volverla también una «enemiga peligrosa»: ¿A quién le apetece enfrentar al puñetero fantasma de los abusos que se vivieron en la infancia? (¡Sí, sí, es que la premenstrual me trae todos esos asuntillos pendientes, le da igual que sean de ayer o del día de mi nacimiento, si dan problemas en el presente, ella los trae para que los resuelva, punto!) ¿A quien le apetece ver lo incómoda que se está volviendo tal relación, o tal persona, o tal empleo? ¿A quién le apetece romper ese patrón neurótico de comportamiento que, si bien es tóxico, nos ha funcionado más o menos bien hasta ahora? A mí, la verdad, no siempre.

Y es que lo que en otra etapa del ciclo puede «resolverse» con un poco de racionalización y un «bueno, no es para tanto, tal vez estoy exagerando, vamos a intentarlo de nuevo», en premenstrual puede provocar más bien un «¡pero si siempre es lo mismo, estoy harta, no tiene caso seguir con esto!» Así de realista es mi premen.

Esta etapa es también mi aliada, entonces, por exactamente las mismas razones ya que, si bien no es plato de buen gusto enfrentar según qué asuntos pendientes, hacerlo es claramente indispensable en aras de continuar con mi crecimiento personal. Si mis aspiraciones fueran permanecer estática, supongo que daría igual pero, al ser una persona en desarrollo, la etapa premenstrual suele darme el empujón que me hace falta para tomar decisiones, romper círculos viciosos, derrotar fantasmas (o, al menos plantarles cara) y definir límites en la relación con otras personas. También es en esta etapa en la que tengo la oportunidad de reencontrar mi cauce en caso de haberlo perdido y ni si quiera haberme dado cuenta, es como una gran lupa que me hace más sencillo ver los obstáculos que anteriormente he obviado en mi camino.

El hecho de que mi premenstrual me invite con insistencia a priorizar-me, a ser más honesta conmigo, con mis necesidades y limitaciones, hace de esta etapa una aliada imprescindible en la búsqueda de mi ser más auténtica.

Me viene a la cabeza el ejemplo de las criaturas recién nacidas que, cuando empiezan a sentir hambre, van mostrando sutiles señales que, de observarse y atenderse oportunamente, pueden evitar que la criatura termine encontrándose, después de un rato, ante una necesidad ya avasalladora e inaplazable que suelen manifestar a través del llanto, cada vez más intenso. Creo que así es también la expresión de mi ser esencial, una vocecita que me habla sutilmente a lo largo de mi ciclo menstrual y que, de atenderla oportunamente, me conduce a una etapa premenstrual suave y fácilmente transitable mientras que, si fue ignorada o procrastinada a lo largo del ciclo, encuentra en la premenstrual la aliada perfecta y necesaria que la ayuda a, finalmente, hacerse escuchar. El suave susurro de mi ser esencial a lo largo de mi ciclo menstrual puede convertirse en gritos desesperados y ensordecedores en la etapa premenstrual si para entonces no he atendido a su llamado.

He de decir también, y lo escribo entre risas, que he transitado, en consciencia, una sola premenstrual suave y fluida. Y me da mucha risa porque esto implica, seguramente, que soy muy cabezota, no se lo pongo nada fácil a mi pobre premenstrual y casi en cada ciclo quedo en deuda conmigo misma. Años y años de educación patriarcal en la que uno de los pilares ha sido la desconexión de mi propia cuerpa no son algo fácil de deconstruir; el trabajo de re-conectar conmigo misma y, una vez conseguido esto, atender a mis necesidades, priorizándolas ante las de lxs demás, también contra todo aquello que me fue inculcado, especialmente a mí, representa un esfuerzo continuo, un proceso que requiere de mucha consciencia y en el que suelo dar un paso hacia adelante y dos hacia atrás, a pesar de todo. Y, sin embargo, mi etapa premenstrual no deja de ser una ventana de oportunidades, un momento de lucidez y honestidad que, vivida conscientemente, me ofrece diversas enseñanzas que, con algo de constancia, iré comprendiendo y aprehendiendo en el camino. Y de estas oportunidades y enseñanzas hablaré un poco más en la próxima ocasión.

Y tú, ¿cómo sientes tu premenstrual, más como tu aliada, como tu enemiga, o ambas? ¿Cómo te llevas con esa etapa? 

Ana Matricia

Empezar a observar mis ciclos

Algunas veces me han planteado la pregunta: ¿Por dónde empiezo a abordar conscientemente mi ciclo menstrual?

Lo primero y más honesto sería quizá un «no lo sé». Porque en realidad no creo que haya una fórmula mágica para empezar a hacerlo, cada persona es un mundo y, es más, cada ciclo de la misma persona es un mundo. Pero sí compartiré algo de lo que yo he experimentado y de lo que más me ha servido.

Aclaración importante: Lo que aquí comparto NO es una verdad absoluta y no hablo desde el atril de ninguna evidencia científica ni mucho menos (que las hay, pero no hablo desde ellas). Tampoco he pasado años y años estudiando el tema y compartiendo con miles de personas menstruantes alrededor del mundo. Esto que comparto es mi experiencia muy particular, es lo que A MÍ me ha servido, estorbado, llamado la atención, etc. A mí. Aclarado lo anterior, puedo continuar.

Como conté en una publicación previa, al principio ni siquiera tenía muy claro para qué quería observar y conocer mi ciclo, aunque sí me llamaba mucho la atención eso de que podría usarlo como mi aliado, en lugar de «ser su víctima» o «ir en su contra».

Creo que lo que más me ayudó fue empezar a observar detalles que, a simple vista, parecen insignificantes. Debo decir que yo los miraba como una jueza, ¿eh? «No debería estar tan cansada», «debería tener ganas de________», «¿por qué no tolero estar con nadie?», etc. Así que me pareció una buena idea sea intentar, al menos intentar, observar-me SIN juicios. ¿Cómo? Pues observando objetivamente y haciendo pequeñas anotaciones que, después de algunos ciclos de observación, empezaron a darme algunas pistas, por ejemplo:

-Hoy dormí X horas y me siento cansada (o descansada) al despertar.

-Hoy he comido menos, no me apetecía casi nada.

-Hoy he bebido muchísima agua y aún así me seguía sintiendo muy sedienta.

-Hoy no me apetecía levantarme de la cama.

-Hoy estuve muy irritable, me enfurecí por cosas que no suelen importarme.

-Hoy me fue sencillo poner límites.

-Hoy tengo muchos granos en la cara.

-Hoy estuve muy afectuosa, me era fácil mostrarme cariñosa.

-Hoy no toleraba la presencia de nadie, me habría gustado estar sola y en silencio.

Etc.

¿Cuál es mi punto de comparación para hacer esas observaciones? Yo misma, todo el tiempo YO. Mirando en cada momento los cambios, las desviaciones de lo que YO suelo ser, sentir, experimentar, etc.

En este sentido, he encontrado algún par de buenos aliados que han sido valiosas herramientas para ayudar a observar-me:

-Espejo. Para observar mi vulva y mi cérvix, su coloración, posición, qué tan abierto se encuentra. También oler y probar ha sido un ejercicio interesante para perder el miedo y pudor a mi propia cuerpa.

WomanLog. Que es una aplicación para el móvil que, aunque no está diseñada con una visión cisgénero, es una de las más completas que yo he encontrado para la recopilación de información, este es un ejemplo de los datos que me ha ayudado a recopilar de manera sistematizada, lo que lo hace más sencillo.


Esta es la vista general del ciclo, la aplicación tiene la ocpión de verla también en formato circular.Esta es la vista general del ciclo, la aplicación tiene la ocpión de verla también en formato circular.

Esta es la vista general del ciclo, la aplicación tiene la ocpión de verla también en formato circular.


Y estos son los aspectos que se pueden ir registrando sistemáticamente. Y estos son los aspectos que se pueden ir registrando sistemáticamente. 

Y estos son los aspectos que se pueden ir registrando sistemáticamente. 


Esto forma parte de la vista de los síntomas diarios que se pueden ir registrando, la aplicación ofrece tres niveles de intensidad y al final aparecen reflejados en la visión completa del ciclo.Esto forma parte de la vista de los síntomas diarios que se pueden ir registrando, la aplicación ofrece tres niveles de intensidad y al final aparecen reflejados en la visión completa del ciclo.

Esto forma parte de la vista de los síntomas diarios que se pueden ir registrando, la aplicación ofrece tres niveles de intensidad y al final aparecen reflejados en la visión completa del ciclo.

Clue. Esta es también una aplicación que se puede descargar en el teléfono móvil y además está diseñada con una visión neutral de género (que el texto pierde en su traducción al español, desafortunadamente). Me gusta mucho que no solamente te indica los aspectos a observar sino que te da información sobre el por qué es conveniente hacerlo así que proporciona más herramientas para comprender e ir «atando cabos».


Esta es la vista general del ciclo, la aplicación tiene la ocpión de verla también en formato circular.Esta es la vista general del ciclo, la aplicación tiene la ocpión de verla también en formato circular.

Esta es la vista general del ciclo, la aplicación tiene la ocpión de verla también en formato circular.


Categorías de información.Categorías de información.

Categorías de información.


Ejemplo de explicación de por qué es conveniente observar determinado aspecto dentro de las categorías anteriores, con referencias a datos o estudios que avalan tal explicación.Ejemplo de explicación de por qué es conveniente observar determinado aspecto dentro de las categorías anteriores, con referencias a datos o estudios que avalan tal explicación.

Ejemplo de explicación de por qué es conveniente observar determinado aspecto dentro de las categorías anteriores, con referencias a datos o estudios que avalan tal explicación.


Ejemplo de explicación de por qué es conveniente observar determinado aspecto dentro de las categorías anteriores, con referencias a datos o estudios que avalan tal explicación. Ejemplo de explicación de por qué es conveniente observar determinado aspecto dentro de las categorías anteriores, con referencias a datos o estudios que avalan tal explicación. 

Ejemplo de explicación de por qué es conveniente observar determinado aspecto dentro de las categorías anteriores, con referencias a datos o estudios que avalan tal explicación. 

-Termómetro. Durante una temporal me dediqué a observar los cambios en mi temperatura basal pero no fui más allá de un ciclo porque, al practicar el colecho, me era difícil tener datos 100% fiables, ya que las criaturas, sus necesidades y movimiento son, obviamente, impredecibles.

-Disciplina. Dedicar al menos 5 o 10 minutos cada día a observar y hacer anotaciones de mis hallazgos.

-Consciencia. Poner atención a lo que hago, si lo hago con ganas o no; a lo que siento y cómo lo gestiono; a lo que no hago y mis razones para no haberlo hecho; etc.

-Referencias. Como al principio de este camino de autoconocimiento no tenía mucha idea de qué era lo que había que buscar/observar, las lecturas de blogs como Mujer cíclica, El camino rubí o libros como Luna Roja de Miranda Gray y el Manual introductorio a la ginecología natural de Pabla Pérez San Martín, me ayudaron a encontrar pistas sobre ello, ya que hacen profundos y extensos análisis sobre los cambios que suelen presentarse a lo largo del ciclo y lo que más o menos se puede esperar de cada etapa, dejando lugar, desde luego a la particularidad de cada experiencia.*

La relajación del útero. Una técnica de relajación ideada por Mónica Felipe Larralde y que ella explica mucho mejor que yo en su blog, además de ofrecer gratuitamente los archivos de audio para practicarla. De mi experiencia con este ejercicio hablaré próximamente con mayor detalle. 

-Paciencia. A ratos he querido aprehender en unos meses lo que había pasado por alto durante años y años; me ha sido necesario recordarme continuamente que este proceso de autoconocimiento es algo que se va dando poco a poco (¡como conocer a cualquier persona! ) y que lo único que me garantiza el no llegar a conocerme es el hecho de no intentarlo. «Un paso a la vez» ha sido una filosofía de gran utilidad, además de la consigna de seguir observando aunque a veces me pareciera que no estaba entendiendo nada.

 Bueno, como ven, estas herramientas, a las que se puede acceder fácilemente, pueden darnos, en el tiempo, nuevas luces para la gran pregunta (a veces angustiante) «¿por dónde empiezo?»  ¿Qué tal, se animan? No es necesario comprometerse con todas a la vez, por supuesto, si se va integrando una por algunas semanas y después otra, paulatinamente, podría ser, incluso, menos abrumadora la experiencia del comienzo, eso ya dependerá de la motivación, deseos y objetivos de cada quien. Quienes ya llevan algún tiempo observando sus ciclos, ¿hay alguna herramienta que les haya facilitado particularmente las cosas cuando empezaban este camino de autoconocimiento? Les invito a compartirla en los comentarios.

Pues bueno, por el momento es todo, no me queda más que desearles feliz exploración, ¡feliz aventura! 

Ana Matricia

*Nota: El material que yo he encontrado sobre la menstruación, hasta ahora, tiene una perspectiva cisgénero y a mí me ha servido porque «encajo» en ese molde pero puede que, personas que no lo hagan, lo perciban diferente o no se vean del todo reflejadas en esas lecturas, pero como referencias, puede que les sean aún de utilidad, en alguna medida.

Sabiduría de gran talla: elefantas, elefantitxs y elefantes


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Hoy se celebra el Día mundial del elefante. ¡Y yo soy súper fan de las elefantas, me encantan! Una cosa maravillosa de mi experiencia criando es la inmersión intensiva en los mundos naturales: exploraciones, libros, vídeos, preguntas, animales, planetas, más preguntas, infinitas preguntas… Una vez que vi el primer documental acerca de estos animales, no pude parar de querer más información, aún estoy en esa fase. Y comprendo a mis hijxs con ese afán interminable de querer saber más, de querer comprenderlo todo, de preguntar, preguntar y preguntar más. ¡A los libros, a internet, a quien se ponga de modo!

Dicen que las elefantas tienen una excelente memoria y por eso conocen bien los caminos a los que han de volver a buscar agua y alimento pero yo creo que tienen más que su memoria, después de todo son espíritus libres. Yo creo que tienen también su intuición y los sentidos bien abiertos, que no será un «algo» para la «ciencia» pero no por ello es poca cosa.

Entre los elefantes se honra la sabiduría ancestral representada en la elefanta más vieja de la manada, por quien se dejan conducir en total confianza. Aún en situaciones difíciles, generalmente causadas por la especie humana o por catástrofes naturales, la confianza en la matriarca prevalece.

En el grupo guiado por la matriarca, cada miembro es importante, no dejan atrás a nadie y las crías son blanco de los cuidados de todas las hembras.

Las elefantas necesitan tranquilidad para guiar a la manada y asegurar su supervivencia, es por ello que, cuando la práctica de las técnicas de combate de los machos, ya alrededor de los 12 años de edad, empiezan a ser una amenaza para la convivencia armónica, es hora para ellos de marchar en busca de un grupo de machos al cual unirse.

¡Qué lujo, maternar en paz! ¡Cómo me gustan estas elefantas! Por si fuera poco, las elefantas crían en tribu: las tías, las primas, las hermanas están ahí para las crías tanto como la madre. A la hora de juguetear, de proteger, se puede confiar en que hay una manada que apoya y sostiene el trabajo de la madre, no con bla, bla, bla, consejos y discursitos, ¡no! Sino con acciones, poniendo sus enormes y majestuosos cuerpos llenos de solidaridad y amor al servicio de todas las crías, de todo el grupo.

Otra característica que me parece alucinante de esta especie es su gran sensibilidad, que por tanto tiempo se ha adjudicado únicamente a la especie humana y que se ve, con creces, que en ello, a muchas personas, nos dan 100 vueltas. El hecho, por ejemplo, de que las madres permanezcan inmóviles al lado del cadáver de su cría muerta durante tres días, me habla de una capacidad de sentir un duelo con todo su ser como en pocas personas lo haya visto.

Otra cosa fascinante respecto a su gran sensibilidad es su respeto por sus difuntos, la ceremonia de su re-conocimiento a través de la exploración de sus cráneos con sus fantásticas y multifuncionales trompas, el cuidado con el que re-sitúan sus huesos como en un íntimo ritual.

Una especie alucinante, majestuosa cuya peor amenaza, para no variar, es la especie humana. El animal más grande que exista sobre la faz de la tierra y que sin embargo no va restregándoselo a las otras especies ni abusando de las ventajas que podrían adjudicarle sus dimensiones.

Hábiles socialmente, se pueden encontrar con otros clanes en su camino y no se sentirán amenazadas ni pelearán por un territorio, sino que convivirán pacíficamente por el tiempo que haga falta hasta que, también en paz, sea momento de continuar por diferentes caminos.

¡Ya me gustaría a mí que esa sensatez y sensibilidad fuesen tan frecuentes en la especie humana! Las elefantas me confirman, una vez más, que en el reino natural abundan la magia y la sabiduría, lo que falta son sensibilidades que las quieran encontrar, honrar y aprender de ellas. Hoy, con este bordado y estas palabras, rindo homenaje a estas colosales maestras del reino animal.

Ana Matricia

Re-conexión cíclica


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Hace quizá algunos tres años, más o menos, que empecé a curiosear en un campo hacia el cual nunca antes me había sentido llamada: el ciclo menstrual.

Comencé siguiendo varias páginas en facebook que tocaban el tema, luego siguieron los libros, los cursos y al final vino lo que realmente le va dando sentido a todo: la auto-observación.

Porque al inicio era todo teoría y, aunque todo me parecía por demás interesante, revelador, incluso revolucionario, seguía sintiendo que aquel conocimiento versaba siempre era sobre alguien más, nunca sobre mí.

Fue cuestión de tiempo y de constancia en mi auto-observación, el que empezara a notar «coincidencias», actitudes, sensaciones, etc. que se repetían ciclo a ciclo aunque aún no sabía cómo interpretarlas. Debo admitir que, al principio, me frustraba mucho el no saber qué hacer con toda la información que iba recopilando, es más, a veces no sabía qué era exactamente lo que estaba observando/buscando o para qué cuerno me sería de utilidad; a ratos tiraba la toalla pero seguía con el dedo en el renglón. Y creo que empecé a comprender algunas cosas cuando dejé de obsesionarme con el asunto y, no sé precisamente en qué momento, me di a la tarea de observar por observar y punto.

Y es que ahora, aunque no soy experta ni mucho menos, ni siquiera en mí (aún), me resulta inconcebible cómo he pasado tanto tiempo sin escuchar el radar interno de mis ciclos. Ahora, inevitablemente, escucho ciclos en todas partes y en todas las conversaciones.

Y sobre este proceso de auto-descubrimiento iré compartiendo poco a poco también aquí en Delirios compartidos, pues me parece indispensable reflexionar y dialogar sobre este tema como uno más de esos tantos que se han convertido en tabú y, por ende, no han ido restando poder, ya que se los ha confinado al silencio y, a nosotrxs, a la vivencia de los mismos desde un lugar de soledad, de duda, incluso de vergüenza y temor.

El ciclo menstrual va tomando peso cada vez mayor en mis delirios, en mi día a día y me parece de vital importancia porque es uno de tantos ciclos naturales clave para conseguir mayor bienestar personal, porque creo que la conexión con nuestros ciclos personales nos empodera, porque va a ser que la hija de mi corazón tiene razón: «la forma que más hay en el universo es el círculo». 🙂

Ana Matricia

Yo menstrúo

Después de una necesaria y nutritiva ausencia, vuelvo a mi blog trayendo uno de mis temas favoritos: la menstruación.

Al final del año pasado recibí, junto con mi Calendaria 2016 y otras bellas recompensas ofrecidas en su campaña de financiación colectiva, una libreta menstrual creada por Marthazul y Augusto Metztli, en la que proponen una serie de interesantes ejercicios, como colorear la frase «Yo menstrúo» con sangre menstrual.

Después de varios ensayos a lo largo de algunos meses, (se ha cocinado lentamente), éste ha sido el resultado inspirado por dicho ejercicio y se los comparto, hoy, como uno de mis delirios menstruales.

¿Tú cómo completarías la frase «Yo menstrúo _____________»? Si te apetece, compártelo en los comentarios.

Gracias por seguir del otro lado de la pantalla.


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Yo menstrúo:

  • Para mí.
  • De color rojo.
  • Lunáticamente.
  • Y abrazo la experiencia, aprehendo con ella, me conozco.
  • Abiertamente.
  • Escuchándome.
  • Y me empodero.
  • Y lo hablo, lo escribo, lo pinto, lo canto.
  • Con postura política, dueña de mí, respetándome, cuidando a la Tierra, confiando en mi cuerpa.
  • Y me gusta menstruar.
  • Como me sale del coño, ¡claro!

Ana Matricia

Día internacional de la lucha contra el maltrato infantil

Infancia.

¡Cuántas sensaciones evocadas con esa simple palabra!

Mirando en mi pasado, me lleno de temor, de dolor, de rabia, de impotencia.

Mirando mi presente, una sonrisa ilumina mi rostro.

Mirando su futuro, invoco la esperanza.

La infancia, esa gran olvidada en los planes de gobierno, en las instituciones educativas, en los espacios públicos, en el ámbito doméstico… Si a las mujeres nos va mal en esta sociedad patriarcal y jerárquica, a las criaturas les va aún peor. ¡Y si eres criatura y niña, ya ni te cuento, te tocaron las peores papeletas posibles!

No escribe estas líneas ninguna santa libre de pecados contra la infancia, todo lo contrario; para mí es un reto diario salir de la espiral de violencia en la que viví mi propia infancia para intentar ofrecer algo mejor a quienes tengo a mi cargo, al igual que muchas otras personas involucradas en la crianza. No siempre lo consigo. Pero nunca me rindo.

Yo, personalmente, nunca me di cuenta del tremendo abanico de formas de maltrato al que la infancia vive expuesta tanto en la esfera pública como en la privada, hasta que viví con criaturas. Y no porque mi infancia fuera miel sobre hojuelas sino porque, cuando al fin salí de esa etapa (realmente con mucha prisa, por cierto), más bien no quise regresar a ella, ni siquiera de visita (hube de regresar de todas formas, pero esa es otra historia).

Además de los maltratos en el ámbito doméstico, que son el pan de cada día, las criaturas se enfrentan a escuelas retrógradas, a leyes de educación impositivas y castrantes, a espacios públicos libres de verde, a leyes de «protección a la infancia» que no les protegen ni les toman en cuenta, etc.

Vivir con criaturas me ha demostrado que para ellas no hay espacio en nuestra sociedad: en los espacios públicos, por ejemplo, son, como mucho, toleradas, si no abiertamente ignoradas e incluso maltratadas con total descaro.

Tenemos, por ejemplo, la infraestructura de los espacios públicos, en este caso, de los restaurantes: sillas de bebé muy peque (o ni eso) o sillas de adultx (pareciera que, de 2 a 10 u 11 años no existiera nadie y que de los 80cm de altura pasáramos directamente al metro y medio); «zonas infantiles» de un metro cuadrado (cuando la hay), etc.


"Zona infantil" en un restaurante local. "Zona infantil" en un restaurante local. 

«Zona infantil» en un restaurante local. 

Los menús infantiles en algunos lugares son una total falta de respeto a las criaturas, no les ofrecen sino alimentos fritos o exageradamente azucarados, opciones que no constan nunca en el menú de los adultos, ¡como si yo en casa me comiera lo mejor y les dejará a ellxs la basura!

Los parques infantiles suelen resultarme ofensivos, algunos espacios de áreas reducidas, carentes de todo verde, descuidados, peligrosos e insuficientes para la cantidad de criaturas que habitan los inmensos complejos habitacionales de ciudades grandes o pequeñas.

También están las incomprensibles leyes basadas en la sinrazón que prohíben a progenitorxs (el mundo al revés) educar a sus criaturas como mejor le convenza a su familia, aunque eso sea fuera de una institución educativa. Especialmente si es fuera de una institución educativa.

Si bien es obvio que algunos contextos son menos favorables que otros, es sumamente raro encontrar facilidades para ellxs, como lo que son: infantes. ¡No, que no son adultxs pequeñitxs! ¡No, tampoco son un objetivo de mercado! ¡Tampoco objetos que puede usted cambiar de sitio según le parezca que se ven más lindos! ¡No, no, no, no! ¡Tampoco son su futura mano de obra barata, oiga usted! ¡Son PERSONAS y son INFANTES!

Las criaturas tienen su propia agenda y cuesta mucho llegar a asimilarlo si no comprendemos que son seres humanxs completxs, con sus propias necesidades y deseos independientes de los nuestros, como nosotrxs, hoy adultxs, teníamos nuestros propios deseos y necesidades.

Es difícil llegar a entenderlo, sobre todo, si nosotrxs mismxs tenemos dolorosas infancias de las cuales nos sentimos responsables o las cuales no hemos conseguido sanar.

Por todo esto, en esta fecha creada «para fomentar los derechos de los niños a nivel mundial, así como para concientizar a la comunidad sobre las consecuencias del maltrato en infantes»  ,* me parece importante recordar que:

– En efecto, la violencia doméstica es un vicio lamentable que afecta a millones de criaturas alrededor del mundo.

– Las violencias domésticas suelen ser hijas y nietas de otras violencias que, afortunadamente, cada vez más padres y madres van desterrando de sus vidas, no sin esfuerzo.

– Las violencias domésticas suelen ser hijas de políticas sociales ejercidas contra las mujeres, las familias y ciertos grupos de población.

– Las madres y padres necesitamos trabajar no solamente en ofrecer un mejor ambiente doméstico a nuestras criaturas, que es ya mucho trabajo y además muy importante, sino también movilizarnos social y políticamente, exigir que, así como nos parece aterrador el maltrato a la infancia en el ámbito privado, también se reconozca como aberrante que las instituciones sigan ejerciendo sus violencias en contra de nuestras familias y de nuestrxs hijxs.

Igual que escribí en mi publicación de ayer sobre la violencia contra las mujeres, recuerdo en esta, respecto a las criaturas, que maltratarles y violentarles no equivale únicamente a gritos, castigos y golpes. También es maltrato a la infancia una estructura sociopolítica que no les toma en cuenta como seres humanos integrales y que además les pone las cosas de difíciles a imposibles, a las familias que ponen a la criatura como centro de su propio desarrollo y formación y este tipo de violencias menos perceptibles, por naturalizadas, también es necesario visibilizarlas y combatirlas.

Ana Matricia

 

*Definición compartida desde el sitio web de la Facultad de Ciencias de la Vida y la Salud, Universidad Autónoma de Entre Ríos, Argentina